Capacitar a los creyentes locales de países donde la persecución es un desafío diario y compartir el evangelio se restringe, es esencial para llegar a la gente con las buenas nuevas.
En los países del Sudeste Asiático cerrados al Evangelio, es esencial que los creyentes locales compartan su fe con sus compatriotas. Los aspectos que pueden suponer un obstáculo para los seguidores de Jesús de otros países -como aprender el idioma y conocer la cultura- no existen y hay más familiaridad y confianza desde el primer momento. «No les parezco extraña [a los de mi país]», dice Amarilla* riendo.
Se unió al Ministerio de Barcos de OM hace unos años para adquirir experiencia en el extranjero. La gente a menudo se siente más segura en sus propios países, explica Amarilla, e ir a vivir a un lugar nuevo puede ayudar a desarrollar una nueva mentalidad y plantear nuevos retos. «Antes de ir al barco, yo era creyente, pero nunca sentí realmente que tenía que depender de Dios», dice Amarilla, «pero esa es la experiencia más importante».
Tamar* pasó cinco meses en un país cercano del sur de Asia y comparte una experiencia similar a la de Amarilla. Cuando Tamar se encontró por primera vez pasando por un choque cultural, «pensé: “Oh Dios, ¿por qué estoy aquí?” Sólo quería volver a casa... Todo era nuevo para mí». Al salir de su zona de confort, Tamar tuvo que superar la timidez y el miedo a cometer errores al hablar inglés en un equipo internacional. «Cuando estaba en casa, leía la Biblia, oraba a diario, pero en realidad no pedía ayuda a Dios, porque cuando tenía un problema, primero intentaba solucionarlo por mí misma», dice Tamar, pero eso cambió cuando aprendió a apoyarse primero en Dios en cada situación.
Las experiencias y lecciones que Tamar aprendió y trajo a casa tras su estancia en el extranjero la conmovieron profundamente. Ella y Amarilla proceden de un país donde los cristianos sufren persecución, especialmente en las zonas rurales. Tamar observó cómo los seguidores de Jesús en otro país experimentaban hostilidad por su fe y cómo vivían y lidiaban con ella. Lo que vio la hizo reflexionar sobre cómo compartir el Evangelio con más eficacia: "Hacer la obra de Dios no es fácil. Pero estar involucrada en compartir el Evangelio me hizo querer hacerlo aún más". A pesar de saber que podría sufrir persecución, Tamar desea compartir la buena nueva con más gente.
«Nuestro país está cerrado al Evangelio, y la ley prohíbe a los extranjeros compartir su fe», explica Amarilla, por eso es tan importante equipar mejor a los creyentes locales. Muchas personas del país de Tamar y Amarilla viven en la pobreza, y conseguir apoyo para la formación intercultural es a menudo imposible para los locales. Aunque hay algunas formaciones locales disponibles, como las formaciones en plantación de iglesias de OM para pastores de los pueblos, a menudo se enfrentan a restricciones y no pueden ofrecer las mismas oportunidades de aprendizaje que las formaciones internacionales. Los creyentes que tienen la oportunidad de asistir a cursos de formación en el extranjero regresan de su experiencia internacional sintiéndose «más seguros y valientes para probar cosas nuevas o simplemente salir y compartir», dice Tamar. "El dinero que envían no es dinero perdido, sino que da frutos. Yo y otros que fuimos, todos tenemos nuestras misiones y planes que queremos hacer para Dios. Entendemos más porque hemos conocido el mundo".
*nombre cambiado